Otras conchas del Mar Rojo “se sitúan en la orilla con sus bocas abiertas en espera de algo que comer… Cuando, como allí es frecuente, se desata la tormenta, la fuerza del rayo penetra en la concha que, asustada, cierra sus valvas y el rayo queda atrapado. Se enrosca entonces en los ojos del molusco, y los convierte en perlas. Cuando el animal perece de dolor, las perlas ya refulgen en el Mar Rojo… El rayo divino que procede del cielo se aloja en la concha, en María, madre de Dios, y de ella nace una perla muy preciada, tal como está escrito: concibió la perla, Cristo, del rayo divino” (de San Juan Damasceno, n. 675).
Al igual que en la antigua Persia, la perla de brillantes destellos es un símbolo de la virginidad.
Según el Apocalipsis de Juan, las puertas de la “Jerusalén celestial” son de perlas (en los países anglosajones las “pearly gates” son sinónimo de las puertas del cielo). Las coronas de perlas simbolizan en forma elemental la multiplicidad de los poderes divinos.
Himno del Alma
El gnóstico “Himno del Alma” tiene una fuerza simbólica impresionante. Este himno es atribuído a Bardesanes, un poeta, astrólogo y filósofo sirio (154-226) que en sus teorías filosóficas mezcló la pseudo-astronomía asiria con el dogma cristiano, por ejemplo, y que adoptó y enseñó el fatalismo. Este Himno tiene sus orígenes en los tiempos cristianos primigenios.
El “Himno del Alma” se refiere a un niño (el hombre) enviado al remoto Egipto; después del largo peregrinar de la vida, llega para sacar una perla del fondo de un pozo vigilado por un dragón; pero se entretiene comiendo los frutos de la tierra y se olvida de su cometido, hasta que una carta (la doctrina de la salvación) que lleva un águila se lo recuerda. Aquí comienza la tarea de sacar la perla (la inspiración, la gnosis) del pozo:
“Entonando una canción / comencé a adormecer al dragón / que como celoso guardián protegía el manantial. / Invoqué los nombres hechizantes de mi padre amado, / de mi madre y de mi hermano / hasta que quedó dormido. / Entonces robé la perla y huí de aquel país extranjero / dejándoles a los egipcios mi impuro vestido (el cuerpo)”.
Así el peregrino retorna a su patria celeste, donde le cubren con un manto regio (W. Schultz, 1910).
Grecia. En la antigua Grecia la perla representa a Afrodita (Venus), nacida de la espuma del mar. El nacimiento de Afrodita (Afrodita para los griegos, Venus para los romanos) de la espuma del mar está representado en frescos en Pompeya y posteriormente en Botticelli y Tiziano, por ejemplo, en la forma de la diosa de pie en la concha. En este caso, la concha, como ser acuático, une la simbología sexual con la idea de procreación, de fertilidad, por eso se convierte en atributo indiscutible de la diosa del amor. En la siguiente imagen, vemos la pintura de Botticelli, tan conocida:
Roma. La “Gesta Romanorum” (una colección de relatos medievales, de cerca del año 1300) medieval de relatos (hacia 1300) nos habla de una muchacha que poseía una perla muy preciada (el libre albedrío). Cinco hermanos (los sentidos) pretenden sacarle la perla, pero ella se niega a cambiar su joya por placeres sensuales. Cuando aparece “el rey”, le entrega la perla y se desposa con él.
China. En la simbología de la antigua China, la perla es una de las “ocho cleinodias”, y representa la magnificencia y la pureza. Los chinos les decían a las lágrimas “perlitas” (igual que el viejo dicho europeo, “las perlas son lágrimas”). En tiempos pretéritos se acostumbraba a depositar una perla en la boca de los difuntos.
Por otra parte, en leyendas y cuentos orientales se habla de fantásticas perlas rejuvenecedoras o estimulantes, que daban una mayor “alegría vital”. Pero no son perlas en el sentido estricto de la palabra, sino más bien “blancas píldoras de amor producidas por métodos propios de la alquimia”.
En China también está presente la creencia de que la tormenta (el trueno) fecundaba las conchas y en ellas nacía la perla al resplandor de la luna.
Pero igual, a pesar de estas fábulas, seguramente en la China existieron las perlas cultivadas ya mucho antes que en Japón. Y con respecto a la costumbre de las familias acomodadas de colocarle una perla en la boca a los difuntos, diríamos que es algo muy parecido al antiguo ritual griego de los “óbolos” también para los difuntos, destinados esta vez para el barquero Caronte (el barquero del Hades, del más allá).
Japón. Las perlas son una de las tres insignias del Imperio (Shinki-Sanschu) junto con la espada y el espejo. Las elabora el dios Tamanooya, y tienen forma de ojos.
A pesar de su asociación con las lágrimas, las perlas siempre se consideraron como símbolos de la virtud; de ellas, Lonicerus (erudito medieval) dice que “fortalecen a los espíritus vivos que surgen del corazón”.
Hay (o por lo menos había) un dicho entre los joyeros de la Europa oriental que reza: “Las perlas, en las que creemos, nos provocan lágrimas plateadas de Luna, pero son lágrimas de alegría”.
En este mismo blog hay otro artículo publicado sobre el tema de las perlas, si el lector lo desea, haga click en la etiqueta "perlas" (ver lista de etiquetas).
En la simbología se asocia la concha con la idea de los órganos del nacimiento y de la vulva (en latín, la palabra “concha” significa ambas cosas; hay que recordar varios términos relacionados en la Antigüedad, como por ejemplo ostrea, ostra; pecten, venera, etc.).
Un dato arqueológico: cuando se terminó la era glacial, las conchas fueron uno de los principales alimentos para los habitantes de las zonas costeras, y por eso se encuentran todavía montones de desperdicios de conchas de varios metros de altura (en danés, kjökken-möddinger, en español “concheros”) que datan de aquella época.
India. El dios Vishnú lleva una concha, símbolo del océano, del primer hálito de vida y del sonido articulado primigenio.
Simbolismo cristiano: la concha es vista como imagen del sepulcro que abraza al hombre después de la muerte, antes de resucitar.
La venera (Pecten pilgrimea) era el distintivo de peregrinos y atributos de santos como Jacobo el Mayor, en español Santiago, a cuyo santuario en Santiago de Compostela se encaminaban muchos peregrinos, y también de los santos Sebaldo, Roque y Colomán, así como del arcángel Rafael como acompañante de Tobías.
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