Los dragones constituyen en la iconografía de muchos pueblos un importante material básico de gran fuerza simbólica. Se configuran completamente como reptiles, que en ocasiones recuerdan a cocodrilos o serpientes aladas.
En ciertas teorías (E. Dacqué) supone un recuerdo primigenio que abarcaba grandes profundidades temporales en el mundo humano; mucho sentido no tiene, porque ya sabemos que los dragones (es decir, los dinosaurios) nunca fueron contemporáneos del hombre: unos vivieron en el Mesozoico y los otros aparecieron recién hace unos millones de años.
En los mitos de Creación los dragones son generalmente criaturas primitivas, poderosas y violentas, que deben ser vencidas por los dioses. Después, este papel de nobles matadores de dragones es asumido por héroes y antepasados de linajes nobles.
Esta idea de “matar dragones” se refiere al dominio del mundo indómito, la naturaleza salvaje, por parte del hombre mentalmente superior. En los cuentos y leyendas, la victoria sobre el dragón es una prueba a la que es sometido el héroe, que gracias a esto logra quedarse con un tesoro o salvar a la bella princesa cautiva.
Según la simbología cristiana, el dragón es la personificación de lo diabólico, lo satánico, Lucifer, a quien el Arcángel Miguel vence y arroja a las profundidades del Infierno. A raíz de esta interpretación, siempre se asocia a los dragones con el elemento fuego, se los representa escupiendo fuego; como engendros del caos que solamente pudieron ser aniquilados mediante la energía mental y física (la animalidad salvaje que tiene que domeñarse por medio de la energía disciplinada).
En Asia oriental se lo ve al dragón como un símbolo de la buena suerte, y que además es capaz de producir la bebida de la inmortalidad. Representa la esencia primaria Yang de la imagen china del cosmos (bipolaridad ying y yang): generación, fecundidad y actividad. Como objeto decorativo se convierte en ahuyentador de demonios. Un detalle interesante: la cantidad de dragones que aparecían en los vestidos de brocado de los generales de la antigua China estaba rigurosamente reglamentada, por ejemplo en el caso del vestido del emperador sólo debía haber nueve dragones. A partir de la dinastía Han (206 a. C.- 220 d. C.) se considera al dragón verde azulado (lung) como símbolo del emperador, como patrono del quinto signo zodiacal chino, y como símbolo de Oriente, de la salida del Sol y de la lluvia de primavera. En cambio, el dragón blanco rige el Occidente y la muerte.
La tradición dice que en invierno los dragones viven bajo tierra, pero al segundo mes salen y ocasionan el trueno y las lluvias. Por eso muchas veces se organizan, justamente en el segundo día del segundo mes, fiestas de dragones con fuegos artificiales. Y en el arte decorativo se representan dos dragones que juegan con una perla, con la que producen la lluvia fertilizadora (la perla representa la bola del trueno).
Japón: aquí también el dragón personifica a la lluvia, por lo que en los templos aparecen dragones que sirven como gárgolas de fuentes.
África y América: en general no hay un simbolismo manifiesto con respecto a los dragones; lo que más se les acerca es, en el caso del México antiguo, la presencia de las míticas serpientes y caimanes.
Bibliografía consultada
Hans Biedermann: Diccionario de Símbolos. Barcelona: Paidós, 1993
Bibliografía consultada
Hans Biedermann: Diccionario de Símbolos. Barcelona: Paidós, 1993
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